Hoy domingo me he pasado todo el día calculando si serían las 13:00 (eran las 12:00) o si eran las 21:00 (eran las 20:00). No sé otras personas, pero me cuesta dormir y despertar de forma regular durante varios días hasta que, supongo, mis mecanismos internos se resignan a la nueva realidad horaria.
Y la parte de la ceremonia a la que me refería era el cambiar los relojes que hay en casa. Entre los despertadores, el reloj del estudio, el del baño, el de la cocina, hay unos ocho. A eso hay que agregar los de muñeca, el de bolsillo, el de Mickey Mouse, el del buey (por lo del año chino). El problema es que muchos de esos relojes tienen "truco" y hay que darle al botón de una manera determinada para que te deje cambiar las manecillas del reloj y, claro, nunca me acuerdo de la manera determinada...
Recuerdo un cambio de hora hace años cuando acababa de llegar a España en el que no sabía que había cambio de hora y me había apuntado a una excursión para ir a a ver los molinos del Quijote por la zona de La Mancha.
Como no me gusta llegar tarde, y menos cuando voy de viaje, llegué a tiempo, excepto que era una hora tarde. No me di cuenta de que era tarde porque el autobús estaba en el punto de encuentro con el conductor, la guía y la mitad de la gente. Cuando estaba ya sentado empecé a escuchar que la gente se daba la razón unos a otros por la "barbaridad" del cambio de hora.
Y ahora, pues nada, a intentar adaptar los mecanismos, recordar cómo se cambia la hora en el reloj que todavía me falta por cambiar y, especialmente, dormir mi "hora de más".
Fotos: Dreamstime
0 comentarios: