9:00 | Author: AMCYL
El blog "Diario del Viajero" publicó hace poco los 10 mandamientos del viajero low cost, es decir aquellos que intentan ahorrar todo lo posible a toda costa durante su viaje.Con los tiempos que corren, creo que toda la gente que conozco (bueno, casi toda) se ha convertido en un viajero low cost o ha adoptado algunas de las "estrategias" de este tipo de viajeros. En algunos casos, ha sido por elección propia y en otras ha sido por simple resignación; las líneas aéreas han dejado de ser lo que son para convertirse en meras transportistas de mercancías y ganado y nosotros, los pasajeros, que a final de cuentas las mantenemos, les hemos dejado hacerlo. 

Por ejemplo, por ahorrarnos "cientos de euros" elegimos volar con una línea aérea que solamente viaja determinados días de la semana, en horarios tremendamente incómodos (cuando nadie quiere salir ni llegar a ninguna parte) y a aeropuertos que están lejos de todo. Tenemos que llegar muy pronto al aeropuerto, con una maleta tan pequeña que ni Ken o Barbie la aceptarían como equipaje de mano, mucho menos para facturarla. Porque claro, estamos ahorrando y hay que subir con la maleta al avión. 

Como no tenemos asiento asignado, para ahorrar, tenemos que llegar a la puerta de embarque muy pronto, con la dichosa maleta que ya no nos resulta tan pequeña ni tan comodísima como cuando la preparamos en casa. Siguiendo el método de embarque de "sálvese quien pueda" hay que llegar rápido al avión a buscar no solamente un asiento vacío sino también un espacio encima donde encajar la maleta. 

Como estamos ahorrando, no hay comida a bordo más que las "cosas" que venden en el carrito. Si no hemos pensado en ello y traído de casa algo de comer, o pasamos hambre o pagamos una pequeña fortuna por un bocadillo que en el bar de la esquina nos pondrían de tapa gratis con la caña de mediodía. Cuando lo abrimos, descubrimos que se trata de un bocadillo "virtual" en el que el aroma y la ilusión son mucho más importantes que la consistencia y la sustancia. 

Cuando por fin llegamos a nuestro exótico aeropuerto de destino, en medio de un campo de vacas, hay que buscar el autobús que nos lleve a la ciudad (si lo hubiere) o pagar una pequeña fortuna por un taxi. De todos modos, a las tres de la mañana, cuando llegamos a la terminal del autobús del centro, ésta está llena de pintorescos personajes ansiosos de saludarnos, así que hay que pagar un taxi al hotel que, por ser también "low cost", está lejos de todo, pero es baratísimo; la habitación low cost es tan pequeña que apenas si puedes entrar con la maleta, pero seguimos ahorrando. 

A la mañana siguiente, acudimos a desayunar al restaurante del hotel. Resulta que con nuestra reserva low cost solamente tenemos derecho al desayuno low cost (pan y agua pintada), mientras que el resto de los huéspedes disfrutan de un amplio buffet. Pero hemos ahorrado. 

Durante el resto de nuestra estancia poca gente notará que somos viajeros low cost, excepto porque nuestra ropa está un poco arrugada por lo estrecho de la maleta. No podemos comprar muchas cosas porque no cabrían en la dichosa maleta y tendríamos que pagar extra por llevarnos nuestras compras a casa...pero hemos ahorrado, aunque luego nos hayamos gastado todo lo ahorrado en taxis, comidas y bebidas extra y suplementos que debíamos haber pagado desde el principio, cuando eran más baratos. 

En mi último viaje a Londres, en plan low cost, en el aeropuerto de Stansted había una cola enorme de pasajeros para el vuelo a Valladolid y una empleada de la línea aérea que parecía muy experimentada en líneas de selección (¿tal vez en un campo de concentración?) porque se dedicaba a pasear frente a los pasajeros con maletas, sacando de la fila a aquellos sospechosos de llevar más peso del permitido, pesando las maletas y ¡obligándolos a vaciar la maleta hasta que reducían el peso! Los pasajeros acababan poniéndose capas y capas de ropa, tirando cosas, comiéndose los bombones que habían comprado para la abuela...

Otras víctimas favoritas de esta señora eran aquellas personas con más de un bulto en la mano; en la desesperación por consolidar paquetes, una señora acabó discutiendo a gritos con el marido que se dejó la cartera en el suelo...no se me ocurre mejor manera de terminar un viaje low cost. 

Aunque, claro, aún estaba la llegada a nuestro aeropuerto de destino con la consiguiente espera del autobús al centro de la ciudad...sin cartera y sin dinero...
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