21:40 | Author: AMCYL

Creo que cada vez vivimos más apegados al teléfono. Cuando no había móviles había gente que no quería despegarse de su mesa o de casa "por si le llamaban". Incluso, cuando pasaba un tiempo sin que el teléfono sonase, lo descolgaban para ver si todavía tenían línea o se la habían cortado.

Con la expansión del teléfono móvil, ya podemos estar localizables en cualquier momento, en cualquier sitio, en cualquier país, pero me parece que llega a extremos en que se deja de ser "eficiente" para estar "atontado".

Por ejemplo, cuando se está de viaje y empiezas a recibir llamadas de la familia, del trabajo (llamadas tontas, pero del trabajo) o te pones a llamar a los amigos y a los familiareas para decirles dónde estás ("Periquita, que estoy en la torre Eiffel...") y en lugar de estar "de viaje" estás "al teléfono" todo el tiempo. Para eso, mejor llévate una cabina telefónica.


Otro uso del teléfono móvil que cada vez se extiende más es el de las llamadas comerciales. Estás en medio de algo interesante cuando suena el móvil. Ves la pantalla "número privado", como no sabes quién es, contestas y te sale una señorita que empieza a contarte una historia sobre las enormes ventajas que tiene que abandones a tu banco de siempre para irte a la Banca Nacional de Caravaca... yo ya no contesto ninguna llamada en la que aparezca lo del número privado.

Personalmente, nada me gusta más que estar en el teatro, disfrutando de la representación cuando empieza a sonar el "chiqui chiqui" o la melodía friki de turno en medio del patio de butacas. La afortunada persona, recipiente de todas las bendiciones del resto del público, tarda en darse cuenta que le están llamando, luego, tarda otro tanto en encontrar el dichoso aparatito (a pesar de que en casi todos los espectáculos te recomiendan que compruebes que tu teléfono móvil está apagado) y otro tanto en ver quién le llama, y luego, apagarlo.

¿Y qué tal cuándo vas en el autobús y la persona de al lado se pone a hablar por teléfono a voces? El resto de los pasajeros tenemos que disfrutar con su amena conversación acerca de lo bien que estuvo la fiesta de anoche o la de kilómetros que aún faltan por llegar a destino, o lo mal que se portó la suegra en la comida familiar. Parece que, como están lejos, tienen que hablar a gritos para que les oigan.

Para mí, una falta muy grave de cortesía es cuando estás en un restaurante o en una reunión y suena el teléfono y la otra persona se pone a hablar como si no estuvieras allí. Últimamente, he optado por ponerme de pie y/o irme del lugar, para dejarles tranquilos con su teléfono. En todo caso, si tienen algo que decirme, siempre me pueden llamar...

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