21:05 | Author: AMCYL
Leí en el "Blog Alternativo" una historia que me llamó mucho la atención. Se trata de un experimento social llevado a cabo por el periódico The Washington Post, que quería medir la percepción, el gusto y las prioridades de las personas.

Se intentaba determinar si en un lugar cualquiera, y a una hora poco propicia para ello, la gente sería capaz de percibir y apreciar la belleza, en este caso de la música. Para ello, se contó con la colaboración de Joshua Bell, un famoso violinista que estaba en Washington para un concierto.


Este señor se colocó a la entrada de una estación del metro en plena hora punta y se puso a tocar una selección de su repertorio, que por cierto, hay que pagar mucho dinero para escuchar en un auditorio. Estuvo menos de una hora y en ese tiempo, solamente siete personas se detuvieron a escucharle y veinte personas le dieron dinero. En total, recaudó 32 dólares. Nadie aplaudió cuando terminó de tocar.

Es decir, la gente no fue capaz de apreciar la belleza de la música que interpretó este famoso artista y, desde luego, nadié le reconoció. Al parecer, los que más disfrutaron de la actuación fueron los niños.

Hace años, en el metro de Madrid había una chica que por las mañanas cantaba ópera en una zona de acceso a las escaleras mecánicas, bastante largas, por cierto. Tenía una voz muy agradable y era una manera muy grata de empezar el día cuando ibas a trabajar. Hace tiempo que no la he vuelto a ver pero al leer la historia del violinista la recordé. Desde luego, nadie se detenía a escuchar a esta chica, aunque si le daban dinero.

En la calle Santiago de Valladolid hay un músico que toca muy bien y que está horas con el mismo repertorio. Cuando pasas por allí es muy agradable aunque me imagino que algún vecino no estará tan contento de escuchar una y otra vez las mismas piezas.

Creo que es una pena que no apreciemos el esfuerzo de los músicos callejeros. Realmente, no es tan importante llegar a donde vamos lo más pronto posible, sino apreciar lo que nos encontranos por el camino porque puede ser que no lo volvamos a ver o a escuchar. Os invito a deteneros un momento a escuchar la próxima vez que veáis un músico por la calle o en una plaza o por el metro.
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